Esta muchacha agraciada, hija de un acaudalado hacendado, era una
joven con cabeza grande, una cara amarga como de pocos amigos, ojos
saltones, boca bastante pronunciada, una nariz larga e ancha y el cuerpo
muy bien desarrollado, como el de un hombre: brazos gruesos y
musculosos, pelo largo y unas tetas extremadamente grande.
Con todas estas cualidades, además de ser heredera única de toda la
fortuna de sus padres, nunca pudo conseguir un pretendiente, por lo que
valiéndose de su bien conformado cuerpo, salía a las calles y donde
encontraba grupos de hombres, escogía al que más le gustaba, lo agarraba
y no lo soltaba. Sacándole su hermoso cántaro de miel les decía: Toma
tu teta, toma tu teta, toma tu teta…
Hasta que le metía el enorme pezón en la boca, y cuando ya quedaba satisfecha los soltaba.
Cuentan que todavía a Don Pancho, Don Lencho y Pancracio hace poco se
les apareció, ellos que se quedaron estupefactos nos dijeron que
dijéramos a todo joven que por las noches les gusta salir que no lo
hagan. Ni se emborrache ya que la “toma teta” le va salir.
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